Miércoles, 25 de noviembre de 2009

MURCIA
MIRADAS EN LA ESTACIÓN
Un niño negro, de unos tres años, viste pantalón y sudadera de color verde. Pelo corto, aparentemente aseado, y sorprendentemente tranquilo. Junto a él un policía nacional habla con el vigilante de la estación de autobuses, y el crío, sentado en el banco, responde a sus preguntas y afirma o niega con la cabeza.

El vigilante, un gigante que aún parece mayor junto al pequeñajo, le ofrece su mano y el chaval va con él y vuelve al rato con patatas y chucherías. Pasado un tiempo llegan dos hombres, que supongo que vendrán de los servicios sociales del Ayuntamiento o la Comunidad, y se llevan al niño. Fin de la historia. Ahora tu mirada, que se metió en mi alma, me causa una desazón profunda, y me acosan las preguntas sobre ti, sobre tu origen y paradero. Apenas coincidimos una hora y no cruzamos palabra, pero me niego a olvidarte. Me niego a que el partido del siglo, el cambio climático o lo mal que está el aparcamiento desplacen al olvido tu mirada confiada y tu cara serena. Me niego a pactar con la tranquilidad que me produce pagar mis impuestos para que haya policías, jueces de menores y casas de acogida. Sólo me consuela pedirte perdón por ser cómplice de una crisis moral y humana que es más grave cada día y rezar, intensa y confiadamente, para que, vayas donde vayas, recibas el cariño y el calor que permitan que tu mirada siga siendo limpia y confiada.
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