Sin embargo, ¿son suficientes estos elementos de protección para evitar actos vandálicos?. La facilidad para saltar la verja o para forzar el cerrojo y dejar abierta la puerta de acceso al yacimiento (como ha ocurrido en otras ocasiones) demuestran que no.
El jefe de los Servicios Arqueológicos de la Diputación de Valencia, José Aparicio, denunció este fin de semana que la escombrera de la Cova del Parpalló esconde restos de valiosísimas piezas de hace más de 12.000 años que si no se recuperan pueden llegar a deteriorarse o incluso a desaparecer.
Las escombreras albergan los restos de las excavaciones que se acometieron entre 1929 y 1931. Pese que se ha actuado en ellas en varias ocasiones, todavía quedan centenares de plaquetas de piedra con grabados y pinturas del Paleolítico (anterior al 10.000 antes de Cristo) y miles de huesos y piezas de silex, así como restos de útiles de la vida cotidiana durante los 15.000 años de vida del Parpalló. Aparicio explicó que debería emprenderse una actuación arqueológica para salvar las piezas más relevantes.
El verano pasado, unos individuos forzaron el candado de la puerta y accedieron a la cavidad. Aunque entraron en la gruta y rompieron parte del material, los daños, afortunadamente, fueron mínimos.
La directora del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, Carmen Pérez, ya reconoció el pasado año que las medidas de seguridad son las mejores, «pero son insuficientes».
Por su parte, el secretario del Consell Valencià de Cultura, Jesús Huguet, indicó que cada cueva importante asentada en la Comunitat debería tener un vigilante de seguridad, aunque esto es «imposible», por su enorme coste. Es posible aplicar sanciones económicas elevadas, que pueden llegar a los cientos de miles de euros o incluso el ingreso en prisión. Si además ese espacio está protegido con alguna declaración, como por ejemplo Bien de Interés Cultural (BIC) o Patrimonio Mundial, como es el caso del Parpalló, las penas son mucho más elevadas.
El Parpalló se emplaza en el Mondúver de Gandia y es conocida como yacimiento arqueológico desde el año 1870. A principios de los años 30, las excavaciones llevadas a cabo por la Diputación demostraron la existencia del yacimiento del Paleolítico más importante de la Península. Su relevancia radica en su extensa secuencia cronológica, que incluye niveles que van del 26.000 al 12.000 antes de Cristo.
Lo más destacable son las 6.000 plaquetas decoradas que se recuperaron, lo que constituye la colección de arte paleolítico sobre roca más importante de Europa. En 2001 se descubrieron de forma casual unos grabados sobre una superficie rocosa que había permanecido cubierta por sedimentación arqueológica hasta 1929.