Durante el secuestro del atunero Alakrana el papel de la mayoría de los medios de comunicación españoles ha sido lamentable. No ya porque se diera munición a los piratas, a los abogados sin escrúpulos y se dificultaran las gestiones para la liberación de los pescadores. Lo lamentable ha sido el sensacionalismo extremo del tratamiento informativo, el todo vale, la nula comprobación de fuentes y noticias y la invención pura con el falseamiento de datas atribuidas a nombres exóticos como si fueran becarios de la casa, sin citar agencia ni procedencia del material como hizo un periódico nacional que frecuenta estas prácticas tan poco éticas. Las televisiones creyeron que estábamos en diario de Patricia o similar en el Índico y han abusado de las familias, manipulado sentimientos, miedos y declaraciones para lograr unos puntos extra de audiencia.
Los camarógrafos persiguieron a los primeros agentes de seguridad privada, mostrando sus rostros y los redactores metieron los micrófonos por las ventanillas como si se trataran de presuntos famosos correteando por el aeropuerto de Barajas o la estación del AVE. Malos agentes son estos que no tomaron las medidas adecuadas para proteger su imagen, algo esencial en su trabajo.
Ahora con toda esa seguridad privada a bordo de otros barcos armados hasta los dientes con armas de guerra pagadas por todos los españoles, los patronos de los atuneros podrán arriesgar un poco más a sus tripulaciones y faenar en aguas peligrosas, más cerca de la costa de Somalia, como señalaba Nacho Escolar en su blog. En todos estos días nadie se ha interesado por la responsabilidad de los dueños de los barcos.
El PP, aconsejado por asesores inteligentes a tiempo parcial, optó por el silencio durante la crisis. Incluso Federico Trilero, perdón Trillo, dijo en Onda Cero: “Me voy a morder la lengua”, o algo así. Un ministro de Defensa que equivocó tantos cadáveres, no dio la cara en el juicio contra sus subalternos y que aún se esconde cobardemente detrás de su acta diputado, debía morderse algo más que la lengua. La conciencia sería un excelente aperitivo.
Para completar el sainete, los familiares de los pescadores vascos por los que este país se ha desvivido durante un mes y medio se negaron a subirse en un avión de la Fuerza Aérea española, al parecer por razones ideológicas o por el qué dirán y no por seguridad en el transporte. Íbamos a por atunes y nos topamos con besugos al por mayor.
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