La moral en los surtidores de Vizcaya está por los suelos. En las gasolineras atracadas nadie quiere hablar. En algunas, las propias empresas han dado instrucciones precisas a los operarios para que no atiendan las llamadas de los medios de comunicación. Ayer, este diario lo intentó varias veces. En una de las comunicaciones, uno de los empleados leyó a este redactor una circular en la que se le solicitaba que ante cualquier pregunta, le facilitara al periodista el teléfono de la oficina central.
Una vez marcado el número, la persona que se pone al otro lado no responde ni a una sola de las cuestiones planteadas. «Todo está bajo secreto, porque la investigación policial está en marcha», repite una y otra vez. ¿Piensan redoblar la seguridad? «En esta empresa no existe un protocolo especial para estos casos», reconoce antes de colgar.
Los que sí tienen ganas de charlar son los operarios de otras gasolineras que se han salvado de la última oleada de atracos. En Vizcaya hay 93 estaciones de servicio. «Hemos tenido suerte en los últimos meses, pero ya me he hecho a la idea de que algún día, más pronto que tarde, un delincuente entrará por esa puerta armado, espero que con una navaja en lugar de con una pistola, y me pedirá el dinero que hay en la caja», se resignaba un empleado de un surtidor de Bilbao que prefiere mantener el anonimato.
Con todo, su miedo es «controlable», porque, si no, «no podría soportar este trabajo», admite. Tan poco ve que las cosas puedan ir a mejor. «Con la crisis hay cada vez más robos en todos los sectores y poco se puede hacer; quizá colocar más cámaras de videovigilancia y no trabajar solo», apunta. «Eso y poner un vigilante. En Miribilla lo hay y parece que tiene efecto disuasorio. Sí, esa me parece una buena idea», concluye.
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