La segunda sesión del juicio que la Audiencia Provincial celebra esta semana por el presunto homicidio del joven vecino de Alcantarilla Óscar Orenes y la supuesta tentativa de homicidio de su hermano Francisco comenzó ayer con el relato de este último. Una declaración que sorprendió a la Sala por su imprecisión y por las diferencias respecto a la declaración prestada en los días siguientes a la agresión. «Cuando declaré estaba en el hospital, me iban a operar y casi no podía ni respirar», justificó ayer Francisco.
El relato del hermano de la víctima comienza en el bar Mustaphá, donde se produjo la agresión. «Estábamos con unas amigas, pero yo trabajaba al día siguiente y le pedí varias veces a Óscar que nos fuésemos ya». En la puerta del local, los hermanos Orenes se cruzaron con tres de los acusados. «Nos paramos a saludarlos porque eran vecinos de toda la vida y Antonio G.F. empezó a darme 'pescozones' en la oreja, de broma. Yo le dije que parara», explicó Francisco. «Entonces, me dijo 'Te voy a comer' y me soltó un puñetazo directo a la cara». Esta agresión derivó en una primera pelea que se logró disuadir gracias a la intervención de los porteros del local.
«De repente ví entrar a Eduardo G.B. y, como era con el que más confianza tuve de crío, le dije que intentara parar eso». Eduardo, al que el Ministerio Fiscal acusa de apuñalar a los dos hermanos, hizo caso omiso de su petición. «Empezaron a caerme botellas, sillas y golpes por todos lados», contó al magistrado. «Ví que tenía a Antonio G.B. por mi espalda y noté pequeños golpes por el cuerpo». La memoria de este joven vecino de Alcantarilla de 27 años se difumina tras observar «a tres personas -a las que no puede identificar- rodeando a mi hermano y escuchar un quejido de dolor».
Cuando Francisco volvió en sí, ninguno de sus presuntos agresores estaba ya en el bar. En el suelo reconoció una de las chanclas de Óscar. «Lo primero para mí era saber dónde estaba mi hermano». Francisco salió a la calle en busca de Óscar, sin saber aún que su propio cuerpo estaba cosido con hasta siete puñaladas. «Me encontraba muy mal, pero no sabía qué tenía», recordó. «Pasó un amigo y le dije que me llevara a urgencias». Esa coincidencia le salvó la vida.
La máquina de tabaco, clave
En la sesión de ayer declararon también algunos testigos de la agresión en el bar Mustaphá. Una de las amigas que acompañaban a los hermanos Orenes aquella noche se retractó de su declaración policial, al igual que ya hiciera en la sesión anterior otra acompañante. La mujer se negó ya en su momento a firmar el relato recogido por la Policía Nacional «porque eso no es lo que yo dije». Los agentes, sin embargo, recogieron a pie de página que ésta manifestaba que se sentía «amenazada» y que tenía «mucho miedo». Un término que la testigo negó ayer rotundamente durante el juicio.
La mujer explicó que no pudo contemplar la agresión porque la máquina de tabaco del local estaba rota y tuvo que dirigirse a otro establecimiento para poder comprar cigarrillos. Un relato que no coincide, sin embargo, con el otros dos testigos que aseguran haber contemplado la agresión precisamente porque compraron tabaco en el Mustaphá.
Ninguno de los testigos pudo ofrecer, sin embargo, detalles sobre cuál de los acusados fue el que presuntamente apuñaló a Óscar y Francisco Orenes. Ninguno de los vigilantes de seguridad que trabajaron en el local aquella noche comparecieron ayer en los juzgados. El Tribunal pidió ayer al dueño del local que trate de localizarlos para ver si ellos pueden ayudar a esclarecer lo sucedido.
Entre los testigos también declaró ayer un ciudadano marroquí que auxilió a Óscar cuando éste abandonó el local. «Lo ví venir hacia mí y me dijo: 'hermano, que me han dado, ayúdame», explicó ayer compungido. «Lo único que siento es no haber podido salvar a ese chiquillo».