Quienes ya lo saben, sólo acuden a la piscina del Murcia Parque por la mañana. Durante la franja horaria que va desde las once a las cuatro de la tarde nada les impide tomar el sol, leer un libro en la tumbona o darse un baño. Pero, por la tarde, el panorama cambia. El incremento de usuarios, algunos con intenciones muy distintas a las de darse un refrescante chapuzón, lleva consigo desde hurtos de carteras y macutos hasta auténticas peleas «de película», con persecuciones incluidas.
Bañistas y socorristas coinciden en que la culpa de que esta situación se haya desbordado es la falta de vigilantes de seguridad. Según su testimonio, éste es el primer año que la piscina no cuenta con vigilancia para imponer el orden y evitar altercados. Los socorristas advierten de que su misión es estar pendientes del interior de la piscina y de los bañistas, pero no hacerse cargo de la seguridad del entorno. A ellos les han dicho que este año el Ayuntamiento no ha contratado vigilantes de seguridad, por la crisis económica, para ahorrar dinero.
Los bañistas están indignados. Esteban Peñalver asegura que «aquí no se puede estar desde las cuatro de la tarde. A partir de esa hora lo peor de Murcia viene aquí». Otro usuario de la piscina, José Martínez, indica que «un domingo se contabilizaron hasta 35 robos de carteras». Añade que «los socorristas se sienten vendidos».
Son los socorristas, precisamente, los que están cansados de una situación que parece no tener arreglo. Cuando la situación se pone fea, y tienen que llamar a la Policía «tenemos que hacerlo desde nuestro móvil; ni siquiera nos dejan utilizar el teléfono de la piscina», se lamentan. «Pero, aunque venga la Policía Local, en ocasiones, y la Nacional, en otras, dicen que no pueden hacer nada si no hay delito. Va a hacer falta que haya un muerto para que intervengan».
Un socorrista relata que el hecho más grave fue una agresión «entre un gitano y un árabe. Hubo una persecución con un cuchillo en la mano, le pegó cuatro pinchazos y le estampó una mesa de plástico en la cabeza y acabó tirándole el cenicero de una papelera, delante de la gente. Esto es un circo. Todos los días lo mismo», dice apesadumbrado.
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